🩶 Cuando sientes que vas a colapsar - 🩶 When You Feel Like You're About to Break

 Hay días en los que siento que no puedo más.

Que todo se me acumula en el pecho.
Que si alguien me habla fuerte, si algo más sale mal,
si un recuerdo más me atraviesa sin permiso…
voy a colapsar.

Pero no lo hago.
Respiro. Aprieto los dientes. Me seco las lágrimas.
Y sigo.

Porque no tengo opción.
Porque tengo dos razones que me necesitan: mis hijos.
Dos personitas que amo con toda mi alma.
Dos corazones que, sin saberlo, me mantienen viva.

Y eso es lo más cruel y lo más hermoso al mismo tiempo:
que puedo estar al borde de un colapso… y aun así no me detengo.
Porque ellos merecen que yo siga.
Merecen una mamá que luche, que no se rinda, que los abrace incluso cuando su mundo se está cayendo por dentro.

Sonrío. Contesto. Hago lo que tengo que hacer.
Pero por dentro hay una batalla. Una tristeza que grita.
Un cansancio que no es físico.
Es emocional. Mental. Espiritual.

Y a veces me pregunto:

¿Cuánto más puedo aguantar sin romperme?

Pero aun así, aquí estoy.
Con el alma hecha pedazos…
y el corazón aún latiendo.

Por ellos.
Por mis hijos.

Porque aunque esté al límite,
no me rindo.
Y eso, aunque no se vea… también es valentía.

- English 

There are days when I feel like I can’t take it anymore.
When everything builds up in my chest.
When if one more thing goes wrong,
if someone raises their voice,
if another memory hits me without warning...
I’m going to collapse.

But I don’t.
I breathe. I clench my jaw. I wipe my tears.
And I keep going.

Because I don’t have a choice.
Because I have two reasons who need me: my children.
Two little hearts I love with every piece of my soul.
Two lives that, without even knowing it, are the reason I’m still standing.

And that’s the cruelest and most beautiful part of it all:
I can be on the edge of a breakdown… and still keep going.
Because they deserve that I keep fighting.
They deserve a mom who tries, who hugs them even when her own world is falling apart inside.

I smile. I respond. I do what I have to do.
But inside, there’s a war. A scream. A sadness that lingers.
A kind of exhaustion that isn’t physical.
It’s emotional. Mental. Spiritual.

And sometimes I wonder:

How much more can I take before I break?

But still, here I am.
With a heart in pieces…
and a soul that still beats.

For them.
For my children.

Because even when I’m on the edge,
I don’t give up.
And that—though no one may see it—is also a form of bravery.